Como el sonido de la flauta del de Hamelin, como los cantos de las sirenas, como saber que ya se alumbró la feria de Sevilla, como el olor al incienso de nuestra semana santa, algo así pero a diario, es lo que sentimos cuando el aroma embriagador de los chicharrones, recién hechos en el perol, inundan nuestros sentidos, no hay quién se resista. Una vez que que se cruzan en nuestro camino ya no hay vuelta atrás, siempre formarán parte de nuestras vidas.

Los tomes como los tomes, recién hechos calentitos, un rato después ya fríos, cada momento que va pasando le va aportando una nueva textura, una nueva forma de disfrutarlos. Incluso el paso de los días, cuando se van endureciendo, podemos seguir saboreando sus matices, casi como ese jamón ibérico que vamos cortando en casa, poquito a poquito, escudriñando cada rincón de su geografía y descubriendo los sabores escondidos. Que triste sería la vida sin estos chicharrones fritos, generosos compañeros de viaje tabernero¡¡
Hola, esto es un comentario.
Para empezar a moderar, editar y borrar comentarios, por favor, visita la pantalla de comentarios en el escritorio.
Los avatares de los comentaristas provienen de Gravatar.